sábado, 19 de marzo de 2016

CONFESIONES DE UNA MADRE: NUESTRAS PROPIAS BATALLAS

A veces, aunque solo sea por simple curiosidad, miro las fotos del perfil de mis contactos del móvil. Yo soy de esas personas que nunca se ve bien en las fotos, me costó muchísimo decidir qué foto poner y una vez puesta, la dejé con la intención de que fuese permanente.
Luego, las circunstancias personales de mi vida me llevaron a otra elección mucho más difícil y como resultado de la misma, eliminé mi imagen para poner la de mi padre.
Sin embargo, hay gente a la que le gusta ir cambiando según sus estados de ánimo. Creo que lo que cada uno muestra, dice mucho de sí mismo y existe todo un surtido de lo más variopinto, desde recuerdos de la infancia e instantes compartidos con la familia hasta mascotas, evocaciones de la naturaleza e, incluso, contenidos mas bien impersonales.
Los hay que se definen con una frase profunda y los que, por el contrario, transmiten un mensaje irrelevante.
El caso es que ayer me dediqué a esta labor que que muchas calificaríais, con razón, de cotilleo y descubrí un párrafo que quiero compartir con vosotras: "Cada persona que ves está luchando una batalla de la que tú no sabes nada".
¡Qué gran verdad!
La de veces que, durante el día, nos cruzamos con verdaderos desconocidos cuya vida ignoramos por completo porque, aunque cada uno cargamos con nuestra propia historia muy pocos saben, en profundidad, de ella. Tal vez, solo los más íntimos y en ocasiones, ni eso.
Esto me lleva a darme cuenta de lo equivocada que estoy cuando no sonrío, cuando no dedico un buenos días, cuando pierdo los nervios o, incluso, cuando callo sin deber hacerlo.
Cuesta muchísimo levantarse cuando te ves en el suelo, cuesta horrores y se vierten muchas lágrimas. Pero una mirada cómplice, una sonrisa cálida, una mano tendida por quien menos te lo esperas es lo que te da fuerza para seguir adelante.
Esos pequeños detalles, que pueden parecer menudencias sin importancia, son los que te transforman y te convierten en alguien realmente grande, en alguien con corazón.
¡Si con tan solo un gesto nuestro fuésemos capaces de hacer sonreír a aquel que sufre, la mayor parte de las veces en soledad, valdría la pena intentarlo!
Para terminar, ¡Feliz día del padre para todos los papás!






martes, 15 de marzo de 2016

CONFESIONES DE UNA MADRE: APOLOGÍA DE LA AMISTAD

Tengo una amiga especial,  muy especial. No es de esas amistades de las de toda la vida, de las que conoces siendo muy pequeña, en el colegio.
No. Yo a Pili la conocí en la Facultad de Derecho, sentadas ambas una al lado de otra en una inmensa aula llena de desconocidos que fingen conocerse y donde todo el mundo espera, con mayor o menor impaciencia, al profesor. Algunos, los que menos, por verdadero interés y otros, los que más, por acabar cuanto antes la clase.
Ella tenía un grandísimo problema: acababa de aprobar una oposición y esto significaba una gran retahíla de ausencias con la consiguiente falta de apuntes.
Sin embargo, no hubo por mi parte el menor inconveniente, porque la vi sincera y durante todo el tiempo que ella no pudo asistir, yo le pasé los míos. Así, inmersas en un montón de abreviaturas y garabatos sobre diferentes campos del derecho, se fue forjando nuestra amistad.
¿Y por qué es tan especial? porque es única e irrepetible.
Es la amiga que, con infinita paciencia escucha, una y otra vez, mis continuas quejas y lamentaciones y pese a ello, obvia las suyas propias por considerarlas menos importantes.
Es la amiga que, justo cuando más lo necesito, coloca entre mis manos vacías una pequeña y cálida esperanza que alumbra mi oscuro pesar, de por sí más que sombrío.
Es la amiga que nunca recuerda los favores que me hace y que al mismo tiempo, no olvida en ningún momento lo que necesito.
Es la amiga generosa que jamás me exige una disculpa, que enumera y engrandece mis cualidades y calla mis numerosos defectos con ternura y benevolencia.
Es la amiga risueña que siempre me ofrece una sonrisa, la amiga valiente que me dice lo que debo escuchar aunque yo, orgullosa como soy, no quiera y la amiga incondicional, que muestra su apoyo para cualquier cosa. Es la AMIGA con mayúsculas.
Porque es esta misma amiga la que me recuerda, cada día, lo bello que es vivir y lo agradecida que debo estar a la vida por mis pequeñas princesas.
Si alguna vez tuviese que poner nombre a la amistad, no una amistad cualquiera sino la de verdad, la que realmente cuenta, la que queda grabada en el corazón ese nombre sería, sin duda alguna, el suyo.
Esta entrada se la dedico a todas esas amigas del alma que no nos dejan solas ni cuando reímos ni cuando lloramos y que, cuando creemos que el mundo se derrumba ante nuestros pies, nos levantan y nos hacen confiar, de nuevo, en el mañana.



CONFESIONES DE UNA MADRE: SU REAL MAJESTAD PARA EL RECUERDO Y UNA DECISIÓN MUY MEDITADA

Hace unos días una más que amiga mía, a la que quiero como si fuese mi hermana, me propuso que en el blog no solo contara lo bondadosa que puede ser la gente, sino también la otra cara de la realidad: los momentos malos, la gente no tan buena, etc
Realmente y si echo la mirada atrás, algunas situaciones pasadas no fueron, en su momento, de mi agrado. Por ejemplo, ahora recuerdo que hace un par de años, en pleno julio, mi marido aceptó realizar, durante 15 días, una suplencia como conserje en una comunidad de propietarios. 
Para entonces él ya había adquirido un glorioso compromiso: 125 euros por sacar cada tarde, a las seis en punto, los cubos de basura de otra comunidad.
Por supuesto, no estaban exentos los sábados y domingos que tenían, incluso, un horario más comprometedor porque no sólo había que sacarlos a las seis de la tarde, sino también meterlos de nuevo a las 10 de la mañana ambos días.
Era evidente que con su nueva propuesta laboral ya no podía cumplir con ello así que, pensando en el horroroso derroche monetario que se nos venía encima en septiembre (libros, uniformes, etc..) y que nos machacaría cual apisonadora, decidimos que yo misma acometería esa valiente misión de lunes a viernes en compañía de mis fieles secuaces, o sea, las niñas mientras que él se ocuparía de ello los sábados y domingos.
Durante todo ese tiempo ellas y yo, sobre todo yo como madre, fuimos completamente conscientes de que nuestra única salida a la calle consistía en ese largo caminito, a pleno sol, hacia el cuartito maloliente y cucarachil de basuras de la susodicha comunidad.
Y sí, digo cucarachil porque allí nos recibieron, más de una vez, su Real Majestad y su séquito escondidas, a traición, en los rincones más inverosímiles.
Aunque con cada una de ellas yo tragaba saliva y rondaba por mi cabeza el modo más rápido de salir huyendo sin privarme en absoluto de gritar a mi entero capricho, la visualización de los futuros billetes que íbamos a conseguir, si a pesar de nuestra repugnancia lográbamos realizar nuestro cometido, me hizo comportarme como si fuese ese otro tipo de personas capaces de dar un certero pisotón a un feo y vil bichejo sin tan siquiera despeinarse o pestañear.
Durante el mes de Julio acudimos día tras día repitiendo la misma maniobra: unos 5 minutos para abrir la puerta de la calle de la comunidad que se atascaba; otros 10 minutos para abrir la desvencijada cerradura del garaje que amenazaba con saltar al suelo y otros tantos tratando de intuir, a oscuras, dónde se esconderían las "malignas" mientras atinábamos a abrir la tercera puerta, correspondiente al cuartito de basuras y encender, con mano temblorosa, el interruptor de la luz. 
Pero pudimos con todo, actuamos como el mismísimo Indiana Jones haciendo frente, con rebelde cabezonería, a nuestros enemigos, en este caso, a tres cuasi-inaccesibles puertas y sus oscuros habitantes.

Y de todo esto, hoy nos podemos reír y recordarlo con cariño.

Sin embargo, hay otro tipo de situaciones que, aún con el paso del tiempo, no me arrancarían ninguna sonrisa. Son ese tipo de situaciones que te desbordan, que te hacen sentir impotente y a las que hay que poner freno. Así que en base a ello y a no vernos coaccionadas por nadie en particular, para que nadie nos exija las donaciones como una obligación, en lugar de como una ayuda, hemos decidido limitar el número de peticiones por persona, independientemente de que haya muchas peticiones o casi ninguna porque de otro modo, se sucederían las constantes solicitudes y su correspondiente entrega para una misma y única persona y esto distaría mucho de ser ni ético ni justo.
Así que os dejo con una ilustrativa foto para el recuerdo y con una decisión forzosa pero muy meditada. 




jueves, 10 de marzo de 2016

CONFESIONES DE UNA MADRE-REGALO DE CUMPLEAÑOS

El próximo sábado es el cumpleaños de mi hija mayor y este simple hecho me ha llevado a reflexionar, con verdadera tristeza, sobre mi pasado y mi presente.
Durante muchos años, cualquier cumpleaños familiar, ya fuese de nosotros dos o de las niñas, equivalía a regalos y una gran comilona. Después, con el devenir de los acontecimientos y la inicial crisis económica, pasamos de celebraciones en el Vips a un menú mucho más modesto del Mc Donalds.
 A continuación volvimos a bajar de nivel y esta vez ya no se celebraba con una comida fuera de casa sino dentro de ella, eso sí, algo especial en la medida de lo posible.
Y actualmente, nos contentamos con comer lo que haya.
Estos eran mis pensamientos a día de hoy y sin embargo, ocurrió algo que dio un vuelco a mi manera de entender la realidad.
Esta mañana llevé a otra de mis niñas a la Paz a quitarle la escayola del brazo y me di cuenta, en la consulta de traumatología, de lo equivocada que estoy al sentirme así.
He visto con mis propios ojos niños muy pequeñitos con problemas muy serios. Pero basta con caminar por los interminables pasillos y estancias de cualquier hospital para descubrir la situación tan terriblemente dolorosa en que puede encontrarse quien menos lo merece, un niño Y pese a ello, ese mismo niño aún es capaz de sonreír.
Su sonrisa es la más maravillosa del mundo, porque te ofrece una lección de vida aunque para reconocerla, hay que mirar con el alma.
¿Mi conclusión? que soy una absoluta desagradecida y que debo aprender a valorar lo que de verdad importa.
El sábado que viene, daré gracias por haber comido y por la salud de mis niñas. ¡Ese es el auténtico regalo!




miércoles, 9 de marzo de 2016

SOLIDARIOS CON ROLANDO

Siempre he pensado que todo esfuerzo que se haga por un niño, vale la pena.
A este respecto, en nuestro Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Fuencarral hay una madre que tiene a su hijo de 13 años, Rolando, con parálisis cerebral y necesita una silla nueva para poder salir a la calle, porque la que tiene le queda ya demasiado estrecha.
A ella la conozco personalmente, por lo que puedo calificarla de valiente y tenaz luchadora, ya que otro de sus hijos también tiene problemas. Es además una mujer optimista, que siempre hace frente a las adversidades sin perder ni la sonrisa ni la esperanza. Y generosa, pues de hecho me suele dar ropa para mis hijas.
La silla en cuestión vale muchísimo dinero y aunque estos padres están haciendo un tremendo esfuerzo, recogiendo tapones para comprarla, están aún muy lejos de poder adquirirla.
Pero si por un momento Rolando fuese nuestro hijo, nuestro sobrino o cualquier otro parentesco similar, ¿acaso no perseguiríamos, literalmente, cualquier tapón que descubriésemos aunque fuese en la más recóndita y escondida esquina? ¿no removeríamos cielo y tierra para conseguirlos?
Si todas las madres nos unimos para mejorar su calidad de vida, si todas consideramos a este niño como parte de nuestra propia familia, estoy segura de que lo conseguiremos.
Las bolsas con los tapones se pueden dejar bien en nuestro Colegio o bien en la tienda Guerrero (Calle Ntra. Señora de Valverde 37)
¡Muchísimas gracias de antemano!



martes, 8 de marzo de 2016

CONFESIONES DE UNA MADRE: A GETAFE A POR UNA CUNA


Hace ya una semana se puso en contacto conmigo una mamá de Getafe. Me dijo que me daba una cuna de madera y ropa.
Para mí era una estupenda noticia aunque al mismo tiempo, me planteaba un serio problema: el gasto de gasolina.
Así que estuve toda una noche entera pensando cuál sería la mejor decisión.  Sabía lo que iba a decir mi marido: que dada nuestra situación económica, era una locura asumir ese repentino gasto extra. Y realmente, era así, pero mi corazón se empeñaba en recordarme que no podía dejar escapar una oportunidad tan buena porque, desde nuestra incipiente experiencia, estamos comprobando que las cunas se solicitan siempre, porque son muy necesarias.
Por supuesto, la decisión dependía en gran medida, de mi marido que es quien lleva el coche y al final, pasó lo de siempre. Mis sentimientos se impusieron a la razón y emprendimos el trayecto hacia allí.
En realidad, me sorprendió bastante que el proyecto hubiese llegado tan lejos y esto se lo debo a todas aquellas madres que, apoyando nuestra labor, nos ayudan a difundir una y otra vez, sin calificarnos de pesadas, cada uno de nuestros mensajes. Y eso que la inmensa mayoría son peticiones, (salvo algunos de carácter informativo).
¡Gracias, gracias y mil gracias! También aprovecho este breve inciso para agradecer cada una de las valiosísimas donaciones. Creo firmemente que, para una madre, no existen límites cuando se trata de tender los brazos a cualquier niño. Y esto es así porque a nosotras, el dolor de otra madre nos conmueve. Sin embargo, el llanto de un niño nos rompe el alma en mil pedazos.
No os podéis ni imaginar lo feliz que me sentí de vuelta, de nuevo, hacia Fuencarral. Y eso que cuando traté de avisar a mi hija mayor de que se acercase al cole a por sus hermanas, por si no llegábamos a tiempo, me dí cuenta de que apenas quedaba un hilo de batería en mi móvil y lo que es peor aún, ¿Dónde estaba mi batería extra? ¡Si siempre la llevo en el bolso para este tipo de emergencias!
La respuesta es obvia. Si tenéis algún hijo adolescente y os desaparece este pequeño artilugio, no os molestéis en buscarlo. ¡Lo tiene él!  ¿Y eso? Muy fácil, ¡Lo necesitaba, "desesperadamente", para seguir chateando con sus amigos!
El caso es que con la cuna en el maletero del coche, dormí mucho mejor y esta mañana, pese a mis mejores intenciones, no pude entregársela en el colegio a mi gran amiga y compañera de proyecto.
Siempre he pensado que las cosas nunca ocurren porque sí, sino que todo tiene su razón de ser y en concordancia con mis pensamientos, cuando volví a casa con ella y procedía a sacarla una foto para subirla a la web, se me acercó una mujer y, simplemente, me rogó que si la íba a tirar que se la cediese, porque la necesitaba.
He visto una luz especial en sus ojos cuando se la he entregado y ahora, estoy convencida de que hicimos muy bien en ir hasta Getafe.
¡Imposible poner precio a la valentía de una madre que, dejando a un lado su propio sentido de la vergüenza y olvidando el qué dirán se atreve a tomar la iniciativa, a pedir, a luchar y a derribar fronteras para procurar el bienestar de su hijo!





miércoles, 2 de marzo de 2016

CONFESIONES DE UNA MADRE:HISTORIA DE UNOS ZAPATOS

Hace ya bastantes días se me ocurrió hacer limpieza y tirar aquellos zapatos de mis hijas que viese en mal estado así que, durante toda una mañana, estudié concienzudamente cada par para decidir cuáles deberían ir a la basura por estar rotos o exageradamente dados de sí.
La verdad es que fue una labor que me costó bastante porque de repente, cuando crees que ya has terminado, te viene una de tus niñas con otro par que ha permanecido, maléficamente escondido, por algún oscuro rincón de su cuarto sin una explicación, coherente, por su parte.
En cualquier caso y una vez terminado mi trabajo me relajé y me sentí satisfecha por completo. No podía adivinar que mi tranquilidad acabaría pronto, ya que al día siguiente y encima lunes, no solo no aparecieron los zapatos escolares de una de mis hijas sino que, además, quedaban tres minutos justos para tener que salir por la puerta.
Era tal mi desesperación que si hubiese tenido a mano unas botas de montañero o una zapatillas de ballet, se las hubiese puesto sin ningún tipo de remordimiento. ¡Por supuesto como algo temporal, para salir del paso!
Estaba claro que ya llegábamos tarde al cole y sin embargo, mi contínua reflexión era el lamentable estado en que estarían los dichosos zapatos para haberlos tirado, pese a su importancia.
Durante una semana, la niña estuvo calzando unos de terciopelo negro pertenecientes a su hermana mayor con un montón de algodón en la punta, como único recurso casero para que no los perdiese por el camino.
Cuando se lo conté a una amiga mía, enseguida me trajo unas preciosas bailarinas de su hija que, pese a quedarle también un poquito grandes, nos supuso un grandisimo alivio teniendo en cuenta que nuestra economía no nos permite plantearnos ningún gasto extra, salvo extrema urgencia y necesidad.
Pero cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana y esta vez, más que una ventana nos abrió un balcón porque, inesperadamente, mi querídisima amiga y compañera de proyecto me regaló, ella misma, unos zapatos nuevos para la niña.
No puedo expresar con palabras el agradecimiento que siento por ambas madres porque, con toda seguridad, no sabría encontrar los términos más adecuados. Siempre me quedaría corta porque los sentimientos, la gran mayoría de las veces, son tan ilimitados que no pueden acotarse a través del lenguaje. En realidad, la respuesta es muy simple: nacen del corazón.
Y esta es la historia de los zapatos del colegio de una de mis niñas.