viernes, 20 de enero de 2017

CONFESIONES DE UNA MADRE: EL LEGADO DE LOS PADRES, LO QUE SOMOS Y LO QUE SOÑAMOS SER

Esta mañana y de forma casual, como consecuencia de una conversación con un familiar muy querido, me he puesto a pensar en lo que, cada uno, recibimos de nuestros padres.
He pasado un mal rato porque, como muchas sabéis, mi padre se fue hace un año dejando atrás el sufrimiento físico y emocional que, de forma desproporcionada e inmisericorde, provoca el cáncer.
Sin embargo y pese a mi tristeza, he llegado a bastantes conclusiones que resultan ser muy válidas para mi día a día y que son las siguientes.
Cuando aún eres un niño, tus padres son super- héroes con poderes especiales, porque todo lo saben, todo lo pueden y, además, todo lo hacen bien. Son nuestra guía, nuestro patrón de conducta y, en definitiva, el modelo del que aprendemos a dar cada respuesta frente a los distintos acontecimientos que nos presenta la vida misma.
Cuando somos adolescentes, descubrimos que nuestros padres se han convertido en "seres humanos" porque ya no son tan perfectos, sino que tienen también sus defectillos: sí, por ejemplo ese repentino mal humor cuando llegamos tarde a casa o cuando les contestamos porque parece que aún no son conscientes de que ya hemos crecido o, sin ir más lejos, esa incomprensible e insistente obsesión suya por la limpieza y orden de nuestro cuarto.
Cuando llegamos a la madurez, lo que empieza a preocuparnos es su salud porque ellos ya son ancianos  y en este delicado momento, es cuando intercambiamos los papeles y somos nosotros los que les protegemos, les cuidamos y tratamos de brindarles todo tipo de comodidades.
Y finalmente, cuando son ellos los que ya se han ido, no nos planteamos ya nada de esto, porque lo único en que pensamos es en todo aquello que nos dejaron.
¿Y cuál es el legado que nos queda de un padre o de una madre cuando se va? pues la respuesta es simple: no es lo que "tuvieron", sino lo que "fueron" porque como hijos suyos, tomaremos su relevo y, por ende, trataremos de andar nuestro propio camino imitando sus pisadas. 
Esta es la razón por la que, con tan solo contemplar a mis padres y conforme al ejemplo que de ellos recibí, sé la madre que buscaré ser yo:
Trataré de ser aquella madre que nunca deja de pensar en sus hijos y, por supuesto, jamás renunciaré a protegerles. Destacaré sus cualidades con entusiasmo y respecto a sus errores, solo servirán para que renueve, una y otra vez, mi plena confianza en ellos.
Cuando las cosas vayan mal, secaré sus lágrimas, pero de ninguna manera permaneceré impasible. En mi mente se encenderá una lucecita de alarma y buscaré, incansable, hasta encontrar la mejor solución. Nunca me resignaré, mi lucha será sin tregua y siempre permaneceré a su lado, tanto cuando la vida les sonría como cuando les golpee.
Mi sonrisa será perpetua, porque ocultaré mis propios problemas y me preocuparé por resolver, con prioridad, los suyos.
En definitiva, seré aquella madre que se olvida de sí misma porque, desde que sus hijos nacieron, solo vive por y para ellos.
Si al final lo consigo o no, no lo sé. Mis padres si lo lograron.
Con este artículo quiero mostrar mi profundo agradecimiento a todos esos esforzados padres a los que debemos lo que somos y lo que, en definitiva, soñamos con ser.





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